Santo Domingo.- Las “pataditas” de kung fu de Sherlock Holmes están muy bien. Al igual que sus borracheras, extravagancias, atrevimientos y bocanadas de droga. Créanme. Sé que a muchos seguidores del personaje les molestará no ver al héroe con la pulcritud de un lord inglés. A mi me parecen muy logradas y sinceras.
Guy Ritchie se encargó de traerlo a la modernidad sin solemnidades. Su “Sherlock Holmes” es mucho más cercano tanto a su propia historia, como a las veleidades privadas de su creador, sir Arthur Conan Doyle.
Cuando “Pedro Picapiedras” manejaba un carrito de motor, nadie se molestó.
Tampoco, cuando los Locos Adams restituyeron el honor de los monstruos.
Lo que pasa es que muchos queremos que el inquilino de Baker Street responda a los cánones de nuestra propia lectura. No nos interesa su auténtica conformación “sicológica”. Y como lo conocemos “a medias”, nos disgusta verlo “a cuerpo entero”.
Guy Ritchie hizo una película sin pretensiones “intelectuales”; un filme para entretener, sin ambiciones de estatuillas. Y logró llenar las salas de cine. Yo lo aplaudo dos veces: por su coraje y por su invitación a la verdadera lectura. Dudo que su obra alcance un solo Oscar, aunque está nominada a dos: Mejor dirección artística y mejor música original. Ya tiene uno superior: se disfruta.
Mejor Actriz
Meryl Streep (“Julie and Julia”) sabe romper corazones con su maestría actoral. Sabe estremecer. Y tiene algo mejor aún: no acepta cualquier tipo de guión.
A esto le sumamos su “record” muy difícil de romper, al menos, en el futuro inmediato: Sus 16 nominaciones a los premios Oscar, tanto como actriz principal o de reparto. Es posible que ahora se lleve la estatuilla no tanto por el valor de su trabajo como por la manía de la Academia Norteamericana de distinguir a alguien para enaltecer sus propias estadísticas. La cinta no es nada del otro mundo. Y algo peor: es una comedia. Pero Meryl Streep la transforma en edulcorada sinfonía.
Por el carril de adentro corre contra ella una Sandra Bullock (“The blind side”) supo dejar atrás ciertas medianías histriónicas que lastraron su carrera. Ya ganó en los Globos de Oro con este mismo trabajo, y puede que repita en Los Ángeles porque, en su caso, también contribuyó a levantar un filme que parecía ilevantable.
Frente a ellas estará la sorprendente Gabourey Sibide por “Precious”, quien se merece todos los Oscar del mundo, pero que posiblemente solo se lleve el aplauso de la concurrencia. Igual sucederá con Carey Mulligan (“An Education”), una joven “desconocida” que entró por la puerta grande sin mucho ruido.
Queda por ver qué suerte le espera a la siempre eficaz Helen Mirren (“The last station”) aunque el respetable jurado siempre prefiere encender la felicidad en rostros “un poco más juveniles”.Luis Beiro
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