Vicente Noble, Barahona
 Dolor. Doña María llora desconsolada mientras cuenta su 
testimonio de vida. Por 19 años vivió en Madrid cuidando a personas que 
tenían justamente su edad actual. La crisis en la" Madre Patria" le 
obligó a regresar en noviembre del año 2011.
MUCHOS HAN PUESTO SUS NEGOCITOS CON DINERO AHORRADO Y, ALGUNOS, MÁS DESDICHADOS, HAN REGRESADO SIN "NADA".
          
Sus ojos se convierten en el presagio de los 
segundos siguientes. Sus manos, que descansan sobre sus piernas, se 
impacientan. Pierde la mirada buscando explicaciones, razones, motivos, o
 quizá alejándose de su realidad. Pero no se contiene. Los recuerdos de 
19 años la exaltan y estalla. Intenta cubrir con sus manos el dolor 
expresado en lágrimas, pero no puede.
Aquel momento en el que la 
impotencia domina, dejando sin palabras y sacando del ser el más amargo 
de los llantos, es el estado permanente en el que vive María De León, 
nativa de Vicente Noble, un municipio de Barahona, a 200 kilómetros al 
suroeste de la capital dominicana.
Su historia no es la única del 
lejano Sur del país. Es producto de la crisis económica que desde hace 
unos años ha impactado en España, país europeo que alberga, según el 
estudio “Diagnóstico Inmigrantes Dominicanos”, a 141,220 dominicanos, de
 los que el 62% son mujeres y un 38% hombres.
La crisis en la 
denominada “Madre Patria” ha obligado al jefe del gobierno español, 
Mariano Rajoy, a nuevas medidas impositivas que de inmediato llamaron a 
protestas de funcionarios españoles descontentos por los días de 
dificultad. Uno de los intentos del gobierno español son los recortes de
 gastos, diseñados para eliminar unos 65,000 millones de euros de los 
presupuestos del Estado para el 2015. Estas disposiciones incluyen un 
corte salarial a los empleados públicos y miembros del Parlamento.
Pero
 lejos de las grandes cifras, y a una cantidad de millas de distancia 
considerable, doña María llora por los años en que trabajó cuidando a 
una señora, que con el tiempo murió, por los días en que caminaba por la
 Puerta del Sol, en el denominado kilómetro cero de las carreteras 
radiales españolas, y por sus andanzas junto a dominicanos por la 
majestuosa Puerta de Alcalá.
“Regresé con medio billete (ticket 
aéreo). Recolectado. Para yo venir tuvieron que reunirme el pasaje entre
 amigos y familiares. Imagínense ustedes, eran meses enteros sin 
trabajar. En el avión pensé de todo, pero creo que será mejor así”.
Históricamente
 la región Sur ha sido famosa por las emigraciones de sus hijos a 
Europa, pero específicamente a España, llegando incluso al punto de que 
el populacho bromea diciendo que al menos en Vicente Noble no existe una
 casa que no tenga a un familiar, o un amigo muy cercano, viviendo en 
España.
En su desesperación, esta dama acudió a la Comunidad de 
Madrid en búsqueda de ayuda, cubriendo los gastos del papeleo y llenando
 sus días de esperanza. Aspiraba a una ayuda económica de “300 ó 400 
euros, no mucho”. Sus 62 años y el paro laboral a que se vio forzada 
eran sus principales argumentos. Los días pasaron, y con ellos retornó a
 su comunidad natal, con la promesa de que recibiría una carta donde se 
le comunicaría sobre su petición de ayuda.
Soporte
Este 
tipo de retorno forzado podría producir altos niveles de frustraciones, 
tanto para los migrantes que regresan, como para sus familiares. El 
planteamiento lo hace José Miguel Gómez, presidente de la Sociedad 
Dominicana de Psiquiatría, quien asegura que uno de los antídotos 
primordiales para combatir la desesperanza en estos casos es el amor 
familiar.
El psiquiatra explica que estos dominicanos entran en lo
 que se llama “duelo no resuelto”, debido a que es un inconveniente 
pendiente en la mente humana y, del que además, no se tiende a hablar 
por temor a burlas.
“Se podría reproducir ahora un efecto dominó, 
que es que mucha gente que dependía de ellos se va a ver afectado”, 
explica el experto. Su tesis fundamental es que ahora es donde deben 
decir presente los hermanos e hijos, de forma que se le pueda hacer 
frente a las deudas que muchos de ellos han contraído.
Y al final, la desesperanza
“Y
 aquí ‘toy. Vine en noviembre”, detalla con una voz que ha perdido el 
acento español. “La carta llegó cuando ya ‘taba aquí. Una amiga me llamó
 y me dijo: ‘María tu carta llegó’. Le pedí que me la leyera. 
Ilusionada. Decía que no me la habían aceptado”. Esos momentos en que su
 amiga abría la carta la llevaron a los sueños y esperanzas que se forjó
 19 años atrás.
Sonríe y asiente al decir que está mejor así, con
 su gente. Lejos del calor infernal del verano y de los más crudos 
inviernos. Así, secándose las manos de su ropa se levanta y atina a 
despedirse: “Vale, vale. Vayan bien”.
DOMINICANOS EN ESPAÑA
Los dominicanos en España enviaron a su patria 292 millones de euros en
 2009 y otros 287 en el año 2010, de acuerdo al sitio Web especializado 
en el tema www.remesas.org. Se trata de una disminución de 1.67% entre 
ambos. Se prevé que esas cifras desciendan cuando se vuelva a analizar 
el tema. 
SOPORTE ECONÓMICO DE LA COMUNIDAD
Las 
remesas enviadas al país desde Madrid, capital de España, significan el 
1% del presupuesto nacional, de acuerdo al “Diagnóstico Inmigrantes 
Dominicanos”, un estudio sociocultural preparado para conocer la 
realidad de los compatriotas radicados en la nación europea. El estudio 
fue elaborado por la profesora universitaria Yris Rossi. Griselda María 
Corniel era una de esas dominicanas que enviaba parte de lo que ganaba 
en la industria hotelera y en la limpieza de centros educativos, a sus 
familiares desde Madrid. 
A ella la crisis europea la trajo de
 regreso pero con la advertencia de que en unos meses tendría que 
volver, porque su hermana está enferma con cáncer. “Mira, yo prefiero 
comerme un plátano vacío aquí, o pasar hambre, pero yo sé que estoy en 
mi casa. Con mi gente”. Desde hace meses que al país llegan dominicanos a
 pasarse las vacaciones de verano, algunos de ellos con la esperanza de 
que al regresar las cosas hayan cambiado. Otros, por el contrario, solo 
ven desolación para los meses siguientes. 
En Madrid viven 
unos 80 mil dominicanos, y en todo el resto de España podría haber otros
 40 mil, “mal contados”, escribió recientemente el embajador dominicano 
en ese país, César Medina, en su columna “Fuera de Cámara”.