miércoles, 24 de febrero de 2010

Afectados en Sánchez siguen a la espera de ayuda oficial

TEMEN QUE EL REINICIO DE LOS TRABAJOS DE LOS EDIFICIOS SEA UN “ALLANTE” POLÍTICO
Dolores. Dice que está cansada de “remendar” el piso de su casa.

Sánchez, Samaná.- Los deslizamientos de tierra en cuatro barrios del municipio Sánchez no han sido notorios en el último año. Como las promesas hechas por el gobierno aún no se concretizan, las 300 familias que desde hace cinco años han sido afectadas por los derrumbes han optado por reparar como pueden las grietas en los pisos y las paredes de las casas, que se abren a los pocos días. Tampoco duermen cuando llueve, y salen corriendo si un aguacero cae de repente, por temor a que las viviendas colapsen con ellos dentro.

Porque, aunque todo parece normal, la tierra se sigue deslizando despacito por debajo del poblado, causando estragos en los barrios La Torre, Altamira, Independencia y Johnson. La ciudad no ha sido intervenida pese a los muchos estudios que, según los dirigentes comunitarios, se realizan a cada rato, en busca de explicaciones que den con el problema. “Vienen, nos retratan y por ahí mismo se van”, es la queja de los vecinos, acostumbrados a dar entrevistas y a abrir las puertas de sus casas a cuantos deseen ver los efectos de los deslizamientos.

Mientras conversa con LISTÍN DIARIO, Eugenia Esteban, maestra y coordinadora general de la Red Comunitaria del barrio La Torre, señala cómo un árbol de laurel sembrado en el frente de su casa y al nivel de la calle ha sido arrastrado 40 metros barranco abajo en los últimos meses. Y su casa se ha librado de correr la misma suerte porque rellena con tierra y piedra el extremo más cercano al abismo. Como precaución, nadie duerme en la habitación delantera.

Dolores Pierret, su vecina, dice que está cansada de remendar el piso, que la han retratado más de 20 veces y que ya lo dejará así, a la buena de Dios. Frente a ella, las columnas del edificio de la emisora Paloma FM se ven torcidas aunque ya fueron reforzadas. Hace unos días, el locutor Carlos Alfredo salió corriendo de la cabina al sentir que un remeneón sacudió fuertemente el lugar.

En la entrada de los barrios se pueden ver planos ilustrados elaborados por el Programa de Prevención y Reparación de Desastres financiado por la Unión Europea. Los afectados han formado comisiones, viajado a la capital y se han reunido con funcionarios del gobierno, pero siempre les ofrecen la ayuda que no acaba de llegar. El año pasado, Obras Públicas reparó la carretera de entrada al municipio luego de que los sancheros manifestaran, a través de LISTÍN DIARIO, el temor de que los cadáveres del cementerio brotaran si no la reparaban pronto.

“Cuando está lloviznando me salgo para donde los vecinos del frente”, señala Ana Julia Javier. Su casa se encuentra a menos de tres metros de un barranco en La Torre y le duele tener que abandonarla con 23 años residiendo allí.

Desde su casa se pueden ver los escombros de una vivienda sepultada hace un año por un gran árbol de anacahuita.

Temen por apartamentos
Las labores de construcción de los nueve edificios de apartamentos de tres plantas que alojarían a los afectados, paralizados desde hacía cuatro años en la carretera Sánchez-Samaná, fueron reanudados hace unos días.

Sin embargo, los vecinos temen que se trate de un “allante” político y que los paralicen a partir del 16 de mayo, luego de que concluyan las elecciones congresuales y municipales.

También les preocupa que los apartamentos, si llegan a terminarlos, sean entregados a personas que no califiquen o que no han sido censadas como afectadas. Por eso Marcelino Jones, dirigente comunitario del barrio Johnson, pide a los afectados como él (ha cambiado la pared de su cocina tres veces) que se acerquen a los encargados de los barrios para darle seguimiento a los trabajos, de manera que la reubicación sea justa y llegue a los perjudicados.

NO SE TRATA DE ESPECULACIÓN
Para algunos habitantes de Sánchez, la situación no es tan grave y lo que deben hacer los afectados es moverse de lugar. “Pero ¿adónde a me voy -dice Alexandra Jones-, si todos somos pobres y no tenemos adónde ir?” A su casita, en el barrio Johnson, le falta poco para derrumbarse, y ella ha visto colapsar a su alrededor cinco viviendas. También en el barrio Johnson, en la planta baja de una iglesia, vive la familia de Aquiles Jones.

Ellos fueron los primeros en ser censados cuando empezaron los deslizamientos. Su casa se abrió y al poco tiempo de mudarse cayó. Aquiles está cansado de dar entrevistas sin ver resultados y dice que no tiene noticias para la prensa. Su hija, Diósiris Jones, asegura que su papá ha hablado “hasta personalmente” con el presidente Leonel Fernández y que luego de prometerles una ayuda ni siquiera los han contactado.

Yaniris López

No hay comentarios:

Publicar un comentario