domingo, 4 de julio de 2010

Ancianos dicen que no tienen otra opción que pedir en las calles


Rainier Maldonado
rainier.maldonado@listindiario.com
Santo Domingo
ALEGAN QUE ESTÁN INCAPACITADOS Y SOLOS

Son cada día más frecuentes en la ciudad los casos de ancianos que piden a los transeúntes unas monedas para subsistir. Ellos prefieren las calles por donde pasa mucha gente y donde el comercio es activo. Por lo general están sentados o acostados, y sus “jornadas de trabajo” empiezan en las primeras horas de la mañana y terminan entre cuatro y cinco de la tarde.

Uno de ellos es Antonio García, a quien el impacto de un palo en la cabeza lo dejó ciego cuando tenía un año de edad. Desde entonces pide, pero por hacerlo no le guarda rencor a la vida. Con orgullo dice que mañana y noche reza por el pueblo y el país para que a los dos “Dios le pase su mano”.

Casi deja de pedir cuando trabajó como güirero de un conjunto típico. Sin embargo, el amigo que lo contrató murió al poco tiempo y las cosas cambiaron; entonces regresó a su antiguo oficio frente a la Catedral Primada de América, donde se dedica a “tratar a las personas” que pasan por la calle.

Vende, no pide
En la calle Barahona con José Martí, en una esquina yace tirada en el suelo Maruja Vicente. Quienes la conocen dicen que no pide, sino que vende gorros tejidos a mano a quienes pasan por el lugar.

Con voz entrecortada, la anciana de ochenta años explica que a veces vende uno o dos, pero antes era el doble y mucho más. “Ahora hago uno y es al tiempo”, señala mientras teje con un hilo. A su costado está su cartera en la que dentro de una funda guarda su cédula de identidad, y un bollo de hilo que ella misma compra en la tienda de al lado.

“Cuando Balaguer me ponía mi vestido y una sábana”, expresa.

Lamenta que ninguna autoridad del Estado la ayude. Los evangélicos sólo pasan y le dejan sus tratados. Lleva más de diez años en el lugar.

El amigo de Leonel
“Vigilante y parqueador del parque Colón”, grita fuerte Julio César Reyes, un anciano en silla de ruedas que deambula también frente a la Catedral. Dice que conoció años atrás al presidente Leonel Fernández.

“Todos los días comíamos en una cafetería de la calle El Conde, adónde él llegaba en una chatarra a eso de la 1:30 y yo lo esperaba”, recuerda.

Narra que en varias ocasiones ha tratado de hablarle al mandatario cuando ha acudido a la Catedral, pero no ha podido por estar en silla de ruedas fruto de un accidente que sufrió y que le lesionó la pierna derecha y el costado.

“Que se porte bien”, clama enfático al enviar un mensaje al mandatario.

PIDEN AYUDA DEL GOBIERNO
Directa o indirectamente, el clamor común de los tres ancianos es pedir ayuda a las autoridades para mejorar sus condiciones de vida.

Antonio García dice que recibe un cheque de 300 pesos del gobierno, pero se atrasa a veces hasta por tres meses.

“Me empezaron a dar 10 pesos en la era de Trujillo, que rendían más que 1,000 ahora”, señala.

Como ayuda a su condición, religiosas de la Catedral constantemente le brindan desayuno y ropas. Mientras, en la parroquia Don Bosco la comunidad lo ayuda también.

Vive en Los Guandules con su hermana, “en un rancho de tablas viejas cubierto con zinc”.

Mientras, Maruja Vicente vive con un hijo en las inmediaciones de Hondo Valle en Las Américas. Como la conocen, los guagu¨eros le cobran barato el pasaje hasta su casa, aunque ella misma orgullosa dice que lo paga.

Julio César Reyes pide que le ayuden a costear el tratamiento de su enfermedad, tras precisar que en una operación tuvo que gastar más de cien mil pesos. Ahora tiene que acudir semanal a recibir terapia en el hospital Darío Contreras.

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