lunes, 28 de junio de 2010

Niños de San Francisco trabajan como “burritos”

EL TÉRMINO DENIGRANTE HACE REFERENCIA A LOS NIÑOS QUE REALIZAN LABORES DE CARGA

En el mercado de San Francisco de Macorís los “burros” y los “burritos” se mueven indistintamente entre camiones, vendedores, pilas de alimentos, compradores y una que otra autoridad pública.

En sus hombros llevan y traen sacos y huacales repletos de mercancía. Los adultos pueden ganar entre RD$300 y RD$500 por jornada.

Pocas veces los niños y adolescentes vuelven a casa con RD$300, porque su alquiler siempre es más barato.

Hay que ofrecerles otro ambiente, en una labor que involucre a los padres
Sor María Teresa López Directora de la Casa del Pobre

Estos “humanos de carga” comienzan a trabajar con la salida del sol, y terminan cuando la oscuridad de la noche no permite el comercio de plaza.

“Uno no se puede sentar, por la familia. Mi mujer tiene mi edad y, si yo no llevo, ella no come”, dice Ramón Sánchez, de 74 años, al presentar las razones que lo mantienen en el oficio. Sus palabras salen de un cuerpo pequeño y deformado por el constante esfuerzo físico. En el rostro, al lado de la sonrisa, muestra una protuberancia que no lo deja dormir “ni trabajar tranquilo”. Quiere operarse, pero no tiene “los cuartos”.

A simple vista, Carlos parece de la misma estatura de Ramón, pero tiene 13 años.

Forma parte de las decenas de “burritos” que pueblan el mercado. El trabajo le ha definido con precisión los músculos de los brazos, la espalda y las piernas. Por su apariencia, no es difícil pensar que es algo más que un adolescente.

Carlos cuenta que acostumbra cargar paquetes de apio, verduras y vegetales de poco peso, aunque en algunas ocasiones se encarama uno que otro fardo de víveres.

Al preguntársele sobre su tarifa de servicio, dice: “Si me das setenta pesos, te cargo cuatro o cinco pilas de apio”. En la respuesta está contenido el valor económico promedio del trabajo infantil en los mercados de la provincia Duarte. En sus alrededores los niños se desenvuelven como hombres, y como tales embadurnan la plaza con sudor y fango.

“No permito que un hijo mío venga al mercado. Los muchachos tienen que estar en la escuela y en la casa”, opina el comerciante Ramón Luna, quien tiene tres desviaciones en la columna vertebral por haberse dedicado al oficio de “burro” durante dos décadas.

Después de mover toneladas de alimentos diversos, Luna se pasa el día frente a una pequeña pila de plátanos, batata y yuca, a la espera de un comprador bondadoso. A su lado un grupo de “burros” más jóvenes espera que pare la lluvia para volver a la carga.

Violencia y robos
La Fiscalía de Niños, Niñas y Adolescentes de la provincia conoce el trabajo forzoso que realizan decenas de infantes en el mercado municipal y en el mercado de productores del Instituto Nacional de Estabilización de Precios (Inespre).

El fiscal Alberto Taveras dice que el caso de estos menores de edad va más allá del trabajo de carga. “Muchos” pelean entre ellos, y se hieren con cuchillos, puñales y otros objetos cortantes. Algunos vendedores también los acusan de robo de mercancía y vandalismo. Hay quienes piensan que los actos delictivos son coordinados por adultos.

“Algunos no estudian porque sus padres no los supervisan, otros ni siquiera tienen actas de nacimiento. Se han dado casos de muchachos que se quedan agachados en la plaza para meterse de noche en los negocios”, cuenta Taveras al citar parte de los sometimientos judiciales contra niños que han tenido que atender en meses recientes. La Fiscalía, dice, ha ejecutado “varios” operativos para hacer frente a la problemática y sacar a los niños y adolescentes del ambiente de vulnerabilidad, pero “siempre vuelven”.

El hogar
San Francisco de Macorís es una ciudad con más de 140 mil habitantes, según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). En la parte norte, donde se originan las famosas huelgas, intercambios de disparos y enfrentamientos del narcotráfico, viven cientos de familias de escasos recursos.

De estos barrios “calientes” bajan tres veces a la semana los menores de edad que trabajan en el mercado.

Sor María Teresa López, directora de la Casa del Pobre Divino Niños Jesús, conoce bien la realidad de sus hogares, y las historias que preceden a la faena infantil.

Esos niños, explica la religiosa, viven en la extrema pobreza, por lo que se ven obligados a poner los estudios, la recreación sana y otras actividades infantiles a un lado para dedicarse al trabajo. Entiende que, “precisamente por ser extrema, la pobreza los lleva a elegir un medio para salir adelante.

Muchas veces ellos son los que llevan la comida a la casa”. La Casa del Pobre, precisa López, intenta llevar formación humana y espiritual a niños y niñas como éstos, pero muchos no caben dentro de los programas porque pierden totalmente el interés por los estudios y los temas inherentes a la niñez.

Se convierten, a fuerza de sudor y el influjo del entorno, en jóvenes y adultos precoces.

“No basta sacarlos del mercado. Hay que ofrecerles otro ambiente, en una labor que involucre a los padres”, razona López.

A la vista de todos
Los niños y adolescentes que ofertan el servicio de carga en la provincia Duarte lo hacen a la vista del Ayuntamiento, el Ministerio Público, la Policía Nacional, el empresariado y la Gobernación Provincial. Por obligación, más de un representante de estas instituciones tiene que pasar frente al mercado todas las semanas.

Los llamados “burritos” forman parte de los 155 mil menores de 17 años que trabajan en el país, según el informe “Trabajo Infantil y Políticas Públicas en República Dominicana: un estudio de 2008”, realizado por Oscar Amargós, con el patrocinio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

El Estado dominicano no tiene cifras actualizadas sobre el problema, aunque forma parte del Comité Directivo Nacional de Lucha contra el Trabajo Infantil.

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NORMAS SOBRE TRABAJO INFANTIL

El país es signatario de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (1991), el Convenio 138 Sobre la Edad Mínima de Admisión al Empleo (1999), y el Convenio 182 sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil, todos orientados a la construcción de las condiciones necesarias para el desarrollo integral de la niñez.

El Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil especifica los tipos de trabajo a los que los menores no deben estar expuestos:

•Un trabajo realizado por un niño o niña que no alcance la edad mínima especificada para un determinado trabajo y que, por consiguiente, impida probablemente la educación y el pleno desarrollo del niño o de la niña.

•Un trabajo que se denomina trabajo peligroso porque, ya sea por su naturaleza o por las condiciones en que se realiza, pone en peligro el bienestar físico, mental o moral de adolescentes o niños y niñas que están por encima de la edad mínima para trabajar.

•Cualquiera de las incuestionablemente peores formas de trabajo infantil, que internacionalmente se definen como esclavitud, trata de personas, servidumbre por deudas y otras formas de trabajo forzoso, como el reclutamiento forzoso de niños para utilizarlos en conflictos armados, explotación sexual comercial y pornografía, y actividades ilícitas.

Jhonatan Liriano
Jhonatan.liriano@listindiario.com
San Francisco de Macorís, Duarte

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