ORLANDO. Seis años atrás - antes de que el lanzador Steve Bechler muriera en los entrenamientos de los Orioles de Baltimore y los fanáticos hispanoparlantes aprendieran a pronunciar "androstenedione"-, el Salón de la Fama de Cooperstown se preparaba para una inminente invasión de peloteros latinoamericanos en las siguientes dos décadas.
Aunque 12 personajes hispanos poseen placas en el museo del Salón de la Fama, solamente la mitad fueron exaltados por sus logros como jugadores en el mejor béisbol del mundo: los puertorriqueños Roberto Clemente (1973) y Orlando Cepeda (1999), el dominicano Juan Marichal (1983), el venezolano Luis Aparicio (1984), el panameño Rod Carew (1991) y el cubano Tony Pérez (2000). Diario Libre
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