El día que decidieron salir de la cocina para
subir al ring pensaron que habían tomado una decisión correcta y que
saldrían del montón.
Un tiempo después tomaron otra dura decisión, por demás “pésima”, al abandonar sus estudios para enfocarse totalmente en sus actividades pugilísticas en busca de fama, dinero y un cambio de vida radical para sus familias, algo que hasta ahora ha sido imposible alcanzar para la mayoría.
Hoy República Dominicana exhibe cuatro representantes femeninas con chapas y diamantes “mundiales” al cinto, incluyendo tres con cinturones de las principales organizaciones que rigen el boxeo del orbe: Dahiana Santana Lasil, monarca pluma de la Federación Internacional de Boxeo (FIB); Katy Pamela Wilson, reina supergallo del mismo organismo; y Oxandra Castillo, la última emperatriz del grupo, tras ganar por nocaut el fajín superwelter de la Organización Mundial de Boxeo (OMB); y con igual mérito, la sultana de las 126 libras de la Women¥s International Boxing Federation (WIBF), Marylin Hernández (La Cachorrita).
Las “Cuatro fantásticas” del boxeo dominicano, revelaron en el Café Deportivo de LISTÍN DIARIO que reciben grandes amarguras y punzonasos de las espinas que encuentran camino al ring, pero muy especialmente por el poco apoyo de las autoridades y su indiferencia, y por las miserables pagas que reciben por sus combates.
“Cualquier boxeador ranqueado, o que esté invicto en menos de 20 peleas, sale a Estados Unidos y combate por más de cincuenta mil dólares.
“En el caso nuestro es tristemente diferente; nosotras que al igual que los hombres tenemos que arriesgarlo todo y coger golpes, cabezazos, codazos, y alejarnos de nuestras familias, recibimos, 15, 10 y hasta 5 mil dólares para repartirlos en el equipo”, detalla Santana.
La primera mujer dominicana en ganar un cetro mundial en el boxeo profesional, afirma que ha viajado a Alemania, Haití, Estados Unidos, Centroamerica, República Dominicana, y las bolsas cambian muy poco.
“Es cheles lo que ganamos, cuando un hombre cobra cien, a nosotras nos pagan 12 ó 15 mil, cuando se divide el dinero, uno queda igual, sin dinero”, explica.
Un tiempo después tomaron otra dura decisión, por demás “pésima”, al abandonar sus estudios para enfocarse totalmente en sus actividades pugilísticas en busca de fama, dinero y un cambio de vida radical para sus familias, algo que hasta ahora ha sido imposible alcanzar para la mayoría.
Hoy República Dominicana exhibe cuatro representantes femeninas con chapas y diamantes “mundiales” al cinto, incluyendo tres con cinturones de las principales organizaciones que rigen el boxeo del orbe: Dahiana Santana Lasil, monarca pluma de la Federación Internacional de Boxeo (FIB); Katy Pamela Wilson, reina supergallo del mismo organismo; y Oxandra Castillo, la última emperatriz del grupo, tras ganar por nocaut el fajín superwelter de la Organización Mundial de Boxeo (OMB); y con igual mérito, la sultana de las 126 libras de la Women¥s International Boxing Federation (WIBF), Marylin Hernández (La Cachorrita).
Las “Cuatro fantásticas” del boxeo dominicano, revelaron en el Café Deportivo de LISTÍN DIARIO que reciben grandes amarguras y punzonasos de las espinas que encuentran camino al ring, pero muy especialmente por el poco apoyo de las autoridades y su indiferencia, y por las miserables pagas que reciben por sus combates.
“Cualquier boxeador ranqueado, o que esté invicto en menos de 20 peleas, sale a Estados Unidos y combate por más de cincuenta mil dólares.
“En el caso nuestro es tristemente diferente; nosotras que al igual que los hombres tenemos que arriesgarlo todo y coger golpes, cabezazos, codazos, y alejarnos de nuestras familias, recibimos, 15, 10 y hasta 5 mil dólares para repartirlos en el equipo”, detalla Santana.
La primera mujer dominicana en ganar un cetro mundial en el boxeo profesional, afirma que ha viajado a Alemania, Haití, Estados Unidos, Centroamerica, República Dominicana, y las bolsas cambian muy poco.
“Es cheles lo que ganamos, cuando un hombre cobra cien, a nosotras nos pagan 12 ó 15 mil, cuando se divide el dinero, uno queda igual, sin dinero”, explica.
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