El Sermón de las Siete Palabras pronunciado por igual número de
sacerdotes católicos con ocasión del Viernes Santos atacó la corrupción,
los bajos salarios, la impunidad, la injusticia, la inseguridad, la
inversión de valores y otros males sociales frente a los cuales, se
admitió, la Iglesia no ha estado a la altura.
Un reclamo significativo lo hizo el sacerdote Gregorio Santana Ortiz,
párroco de Villa Mella, responsable de desarrollar la quinta palabra
“Tengo sed”.
Para el sacerdote, el pueblo se hunde en el desorden por la sed de
justicia y puso de relieve las desigualdades en todas las esferas donde
los partidos concentran sus intereses particulares.
Señaló como ejemplo de esta injusticia la negativa de la Junta
Central Electoral a entregar sus documentos a más de 20 000 dominicanos
de ascendencia haitiana que han sido desposeídos de su futuro. “Si esto
no es injusticia, ¿cómo se le puede llamar?”, se preguntó el sacerdote.
Fue también Santana Ortiz quien admitió la “dejadez con mayúsculas” de la Iglesia ante los problemas nacionales.
“Hay todo un pueblo sediento de Dios que busca en nuestra Iglesia una
palabra de aliento, un espacio de esperanza y una fuerza vital que nos
comprometa en la vida. Tenemos que admitir que los sacerdotes no estamos
a la altura de lo que este pueblo reclama de nosotros, presencia,
trabajo cercanía, apoyo, más iniciativas y liderazgo”, aseguró.
Problemas sociales
El padre Bienvenido Colón, de la iglesia María Auxiliadora, puso de
relieve el daño social de la falta de oportunidades que priva de una
vida digna, particularmente a los jóvenes.
Al pronunciar la primera palabra “Padre, perdónalos porque no saben
lo que hacen”, Colón pidió a los dominicanos desplegar su capacidad de
perdonar incluso a aquellos que delinquen.
Para el padre David Soriano, de la parroquia San José, de Yamasá,
quien pronunció la segunda palabra “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”,
los funcionarios deben despojarse de la arrogancia y ponerse al servicio
de los más necesitados.
El párroco de la iglesia San Francisco de Asis, fray Frankely
Rodríguez, pidió al pronunciar la tercera palabra “Mujer, he ahí a tu
hijo, hijo, he ahí a tu madre”, que la virgen María consuele a la
República Dominicana, “ese país rico, pero a la vez con tanta corrupción
y tanta impunidad, gobierno tras gobierno”.
Pero además, el sacerdote abordó los problemas que provoca la vida
moderna en las familias, convirtiéndolas en ocasiones un lugar de odio y
violencia; criticó la educación sexual en las escuelas, pero también el
bajo salario de los profesores y la elitización de la educación.
En su opinión, la virgen María sufre el desempleo de los dominicanos,
los bajos salarios y la imposibilidad de muchos padres de llevar la
comida a sus hijos. Y entre estos mencionó a policías y militares
subalternos ganando 4,000 pesos “mientras un grupito de esas mismas
instituciones viven placenteramente disfrutando a lo gourmet en hoteles
costosos y comiendo comida en buenos restaurantes”.
En la cuarta palabra, “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”,
el padre Mario de la Cruz Campusano también criticó los bajos salarios y
la falta de seguridad social que afecta a la mayoría de las familias,
colocando a la República Dominicana como uno de los más desiguales del
mundo.
En la sexta palabra, “Todo se ha consumado”, el prebístero Eduardo
Carrión, de la parroquia Nuestra Señora de la Altagracia, de Los
Alcarrizos, pidió el respeto a las leyes, en particular el artículo 37,
que prohíbe el aborto en cualquier circunstancia.
El padre Daniel Vidal González, asistente provincial de los jesuitas
en el país, tuvo a su cargo la séptima y última palabra, “Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu”, pidió al gobierno tener “voluntad,
compromiso, decisión y vocación para construir un país diferente,
respetuoso de las normas y leyes, y que cierre las brechas tradicionales
en materia de empleo, salud, educación y seguridad social”.
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