“Aquí entra todo, y por la puerta principal; la droga se ve más que la comida”. Un recluso
En el penal de La Victoria -a considerable distancia de las cárceles del “nuevo modelo”- los reclusos se pasan los días en medio de la falta de higiene, la abundante práctica de vicios y los riesgos de la violencia. Tras estar preso allí, las posibilidades de reincidir son de 40%. En el nuevo modelo sólo llega al 2.7%.
Muy lejos de las condiciones propicias para la regeneración que ofrecen los 11 recintos del nuevo modelo penitenciario, cerca de 16 mil reclusos que guardan prisión en las cárceles tradicionales consumen sus días almacenados en medio de la mugre, los vicios, el ocio y la violencia, excepto unos pocos presos que agotan sus fuerzas en vencer la realidad.
Pese a que la Procuraduría General de la República tiene concentrados sus esfuerzos en un innovador sistema de rehabilitación en el que ha logrado una tasa de reincidencia de apenas un 2.7%, en las 23 cárceles del ‘viejo sistema’, donde el solo hecho de sobrevivir el día a día es un logro, un 40% de los reclusos vuelven a delinquir.
La Victoria, otro mundo. En una mesa rústica dos agentes antinarcóticos revisan manualmente las provisiones alimenticias y demás bultos que entrarán al recinto. De ahí se pasa al chequeo por persona.
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