Sin dejar de lamentar el comercio y el consumismo de estos días, el padre Manuel Maza, el sociólogo Dagoberto Tejada y el humorista Freddy Beras valoraron el período navideño.
Si la Navidad no existiera en sociedades como esta habría que inventarla porque, más que una festividad religiosa, es cultural, existencialmente es una catarsis social, a tal punto que si un Gobierno no da el doble sueldo se cae.
Así opina el sociólogo y folclorista Dagoberto Tejeda, quien relató las variantes de las festividades navideñas al estilo criollo, y las transformaciones que estas han tenido en el transcurso de los siglos.
Cuando analiza el comportamiento del dominicano en ese período del año destaca que se dan situaciones mágicas: la gente es más solidaria, más tolerante, anhela y busca cambios para el nuevo año, así sea implorándole a Dios o exorcizando los rincones de la casa con humos de incienso y mirra.
“La Navidad hace que la gente se vuelva loca mágicamente, que comparta, que sea más festiva, la gente espera el fin del año con la esperanza de que sea mejor que el anterior, lo que para muchos se convierte en una peregrinación que termina en el Malecón esperando los primeros rayos del sol del nuevo año”.
Otros aspectos de las fiestas navideñas destacados por Tejeda son los aguilnados, manifestaciones artísticas que tienen su origen en los villancicos pero cuyo sello caribeño es la algarabía a ritmo de guitarras, güiras, tamboras, acordeones y fotutos.
El sociólogo, ataviado con su habitual blusón largo de colores fuertes y sus caracoles prendidos del cuello, asistió al Almuerzo del Grupo de Comunicaciones Corripio en compañía del sacerdote jesuita Manuel Maza y del humorista Freddy Beras Goico, quienes también dieron sus versiones sobre el espíritu de la Navidad.
Este poco común encuentro, porque se dejaron de lado las discusiones sobre pobreza extrema, corrupción, relatividad de la moral dominicana, codicia, nepotismo o la incidencia del tráfico de drogas en todas las estructuras de la sociedad, estuvo impregnado de un torrente de risas por el fino humor de Beras Goico.
Los periodistas disfrutaron desde las anécdotas de su infancia –a él y a sus hermanos lo vestían con traje de niña para que no pudiesen salir de la casa cuando hacían alguna bellaquería-, hasta los chistes más tiernos como el del cerdito que, al ver que el chef entraba a la cocina cuchillo en mano, le preguntó si esa arma era para desamarrarle las patitas.
El toque criollo de las celebraciones
Como tradición occidental las fiestas navideñas llegan al país de la mano de la colonización, destacó Dagoberto Tejeda, al tiempo de resaltar que a partir de la Independencia, en 1844, se produjeron algunos cambios porque se sacó la celebración del ámbito estrictamente religioso.
“La historia dominicana no registra ninguna transformación durante los 22 años de dominación haitiana (1822-44)”, explicó el sociólogo, quien además expresó que tiene la presunción de que durante ese período no hubo restricciones a la tradición criolla.
Asimismo, dijo que la transformación más importante ocurrió a partir de la primera intervención militar de Estados Unidos (1916-24), cuando comenzaron a usarse adornos como el árbol de Navidad, que prácticamente sustituyó a los belenes.
“También aparecieron las tarjetas navideñas, los fuegos artificiales y otros objetos vinculados a la nieve, pero aunque esto se mantiene, al mismo tiempo el pueblo comienza con su poder creativo a criollizar la Navidad, lo que lleva a una gastronomía muy particular con teleras, pasteles en hoja, y el centro fundamental es el puerco en puya, sin dejar bebidas como anís y ponches”, explica.
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