En los últimos dos inviernos, como manager de las Águilas, Tony Peña ha podido dar a sus hijos, TJ y Francisco, parte del calor que durante mucho tiempo el propio béisbol le había impedido en cualquier época del año.
Como si se tratara de tres compañeros más, ellos se sientan juntos en la misma línea de asiento del bus cuando el equipo va de viaje a San Francisco de Macorís, Santo Domingo o a ciudades tan distantes de Santiago como San Pedro de Macorís y La Romana.
“Siempre estamos juntos. Mi papá es nuestro mejor amigo. Si vamos en la guagua hablamos de pelota y jugamos a las cartas”, relata el hoy lanzador Tony Peña Jr.
“Papi se interesa mucho en saber cómo me siento, hablamos del niño (Tony, el nieto de cuatro años) en un ambiente relajado”, subraya.
Cuando “Tijey” nació el tres de marzo de 1981, el patriarca del hogar se encontraba en los campos de entrenamientos de los Piratas de Pittsburgh, preparándose para su segunda temporada como receptor titular de esa organización.
Satisfacción
“Yo me lo estoy gozando porque no he tenido la gran oportunidad en el béisbol organizado de ver a mis hijos jugando en el día a día”, resalta Peña.
“Aquí, en la pelota de invierno, los dos están jugando, lo estoy disfrutando, los tengo al lado mío, soy su papá”, acota el también coach de banca de los Yankees de Nueva York.
En sus tiempos de jugador, las oportunidades de estar juntos eran más limitadas aún porque a los 160 ó 162 juegos de la temporada de Grandes Ligas, habían que sumar casi dos meses de entrenamientos, más otros tres aquí porque “El Pelotero de la Patria” se ponía los aperos desde que bajaba del avión. (Ese mismo apodo se le pondría 20 años después a Miguel Tejada).
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