En el caso de Bahía de las Águilas, el gobierno le ha presentado al
país un hecho consumado. A diferencia de otros aspectos neurálgicos de
la vida social y económica, sobre los cuales los funcionarios suelen ser
generalmente locuaces, en el que nos ocupa el gobierno fue hermético:
ni una sola palabra oficial fue dicha públicamente sobre unas
negociaciones que involucran no solo recursos económicos –que pueden ser
cuantiosos— sino también el deber de transparencia.
Quizá se obtenga el
dinero que se persigue, pero las gestiones fueron de una opacidad
intolerable en un Estado de derecho y en la democracia que decimos ser.
Gracias a una persona comprometida con su deber ciudadano,
7dias.com.do pudo tener acceso y publicar el poder especial otorgado por
el presidente Danilo Medina al consultor jurídico César Pina Toribio
para llevar a cabo el “acuerdo transaccional”. Un documento donde solo
es meridianamente claro que el Estado hace tabla rasa del Derecho y se
convierte en una especie de especulador inmobiliario a través de un
llamado fideicomiso del que aún no se sabe a ciencia cierta quiénes
serán los fideicomitentes. Y no se sabe por una razón tan sencilla como
preocupante: como admitiera Pina Toribio, el gobierno no tiene claro
con quién negocia, qué negocia ni cuánto vale lo que negocia.
En 7dias.com.do somos y seremos siempre entusiastas partidarios de la
descentralización de los recursos públicos y, tomando prestado un
concepto del feminismo, defenderíamos incluso sin titubeos la
“discriminación positiva” a favor de aquellas provincias, no solo las
sureñas, que han sido excluidas de los beneficios del crecimiento, que
no desarrollo.
Pero nuestra adhesión a la inversión en las provincias deprimidas no
puede ser indiferente a la violación de las leyes. Y en esta transacción
consagrada hoy, las leyes se han violado de manera manifiesta. La
lentitud de la justicia alegada como justificación suprema por los
voceros oficiales no puede excusar nunca de su atropello a que quien con
la mano en alto, atravesado el pecho con los colores de la bandera,
jura cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes.
Pedernales necesita fuentes de trabajo, necesita inversiones,
necesita ser redimida de la postergación en que ha vivido siempre. Pero
vitalizarla no puede hacerse a costa de debilitar, hasta ponerlo en
igual condición de postración, el orden jurídico. No puede hacerse sin
que los dominicanos y dominicanas nos sonrojemos al oír al senador
Dionis Sánchez admitir que, ciertamente, esos “propietarios” tienen en
su poder títulos falsos, pero que transar con ellos era lo único
posible.
En 7dias.com.do no somos ecólatras; creemos que hombre y naturaleza
pueden convivir en armonía si esa relación es regulada por reglas claras
y hay garantías de que se cumplan. Nuestra diferencia con lo acontecido
con Bahía de las Águilas no se relaciona, por tanto, con una defensa a
ultranza de la ecología. Se relaciona con nuestra intransigente demanda
de respeto a la legalidad democrática.
En lugar de no poder responder, como no pudieron, preguntas tan
elementales como de cuántos metros de tierra se está hablando en esta
negociación, cuántos títulos fueron encontrados falsos y cuántos
legítimos, o cual es el valor aproximado de lo que será vendido, los
funcionarios estaban obligados a ser meridianamente precisos. No lo
fueron y han abierto aún más la puerta a las conjeturas.
En su novela La caída, Albert Camus hace decir a Jean
Baptiste Clamence, ese abogado que se ve a sí mismo como “juez
penitente”, una frase que, al parecer, se ha convertido en lógica de
nuestra clase gobernante: “Cuando todos seamos culpables, tendremos la
democracia”. Con la transacción con Bahía de las Águilas nuestras
autoridades parecen querer decirnos que lo mismo da ser correcto que
incorrecto, propietario legítimo que ilegítimo. A fin de cuentas, lo que
importa es el “progreso”.
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