La jueza Claribel Nivar ha tenido que pasar por momentos difíciles durante los últimos dos meses, por dos hechos dolorosos que le han conmovido emocionalmente.
El robo en su residencia y violación de la doméstica, y el reciente asesinato de un hermano, han tocado las fibras sensibles de esta mujer de origen humilde, que ha podido ascender en el poder judicial gracias a su dedicación y deseos de superación.
Esos hechos violentos no tuvieran nada de particular si no fuera porque afectan a la jueza que llevó la fase de instrucción del caso de los implicados en la red del narcotrafi cante puertorriqueño José David Figueroa Agosto, por lo cual han surgido múltiples conjeturas.
Pero la magistrada los desvincula de ese caso y los atribuye a las acciones delictivas, debido a que la delincuencia está arropando a la provincia San Cristóbal.
Vinculados o no al caso, los hechos le han provocado un daño emocional que ella no puede ocultar.
“Me han pasado pruebas muy difíciles, porque estos dos hechos, tan cerca uno del otro, me han marcado, pero yo entiendo que son pruebas que nos da el Señor”, reflexiona.
Pero no solo estos meses han sido de pruebas, sino los últimos tres años, 2009, el 2010 y primeros meses del 2011. Recordó un accidente de tránsito que le ocurrió en el 2009.
Ese año también se divorció del papá de sus dos niños.
“El robo en mi casa me afectó muchísimo, se siente uno impotente, se siente un temor, porque yo vivo con mis dos hijos, y la señora del servicio, es como saber que esa persona llegó tan cerca de mi niña y pudo hacerle algo, eso fue terrible, la angustia que viví esa noche…”, recuerda.
Aunque el asesinato de su hermano también lo asocia con la delincuencia, ella no deja de tener sus interrogantes.
“Son muchas preguntas que uno se hace”, confiesa, pero no hace ninguna conjetura, porque prefi ere esperar los resultados de las investigaciones policiales.
Su hermano administraba bancas de apuestas y sus parientes siempre vivían con temor. Le advertían que se cuidara por la delincuencia.
Sus familiares han estado muy preocupados por ella.
“Pero nunca me ha pasado por la mente que haya podido venir de ese proceso (caso Figueroa Agosto), porque ese fue un proceso complejo, pero yo estoy conociendo casos penales desde el 2005 ¿por qué ahora?”, infiere.
Luego del robo en su residencia, le fue reforzada la seguridad.
Asumió un reto
El caso Figueroa Agosto, que le fue asignado por sorteo, lo valora como normal y común como cualquier otro.
No obstante, confiesa que constituyó un reto.
La parte más incómoda para ella fue la actitud que asumió la defensa de los acusados, que al parecer no querían que ella lo conociera.
Entiende que por esa situación, actuaba con miras a lograr una reacción que pudiera favorecerlos para recusarla.
Dice que tuvo que ser muy paciente y sobre todo actuar con inteligencia emocional.
Está convencida que dependiendo del comportamiento se desarma la gente, ya que entiende que si ante una agresión responde de la misma forma, sería peor.
“Ahí tuve que dotarme de mucha más paciencia y no dejar que me llevaran a donde me querían llevar”, subraya.
Recuerda que era una presión tras otra, pero se apoyó en su fe en Dios. “Siempre yo soy muy creyente, siempre creo que Dios no nos da carga que uno no pueda soportar. Yo me decía siempre, Dios, si me mandaste esto es porque me vas a dar la madurez necesaria para yo poder con este proceso”, manifiesta.
Confiesa que había momentos en que sintió una carga laboral, porque seguía conociendo otros casos, que ameritan igual o especial atención, y siempre se preocupa por fallar rápido. Además, seguía impartiendo docencia.
“Era mucha presión, presión en el trabajo, presión en las clases, y presión sobre todo en este caso; yo digo que ese caso fue un reto para mí”, enfatiza.
Labor riesgosa
Aunque señala que en el país no existen antecedentes de atentados contra jueces, entiende que con su ejercicio no están exentos de ser atracados, porque son seres humanos y están expuestos a la delincuencia común.
“Las audiencias yo las conozco en una sala pequeña, para yo entrar a mi despacho tengo que pasar por donde están los imputados y aquí todavía hay mucho nivel de respeto hacia los jueces”, observó.
Revela que no ha sentido temor y que cada día conoce expedientes penales y los imputados se van muy tranquilos.
“Yo los trato con mucho respeto, como ciudadanos que en un momento incurrieron en un ilícito penal no por eso hay que perder el trato, un trato digno”, expresa.
Al evaluar el sistema de justicia, sostiene que se debe establecer un antes y un después del 1998, debido a los avances logrados en los últimos 12 años.
Su ingreso a la carrera judicial
Ser jueza no fi guraba entre sus metas, porque tenía la idea de que debía tener relaciones políticas y judiciales.
“Yo decía: no soy política, no conozco a nadie ahí. Además creía que no era mi tiempo y me estaba preparando”, refiere.
Una amiga la motivó, porque consideraba que Nivar podía ser una buena magistrada.
Esa amiga estaba pendientte de la fecha de los concursos para ingresar a la Escuena Nacional de la Judicatura (ENJ).
Le informó para que fuera a buscar las bases del concurso, pero no fue en la primera oportunidad que se lo propuso, porque no estaba lo sufi cientemente motivada.
Presintiendo que Nivar la engañó, su amiga, en la siguiente convocatoria, en vez de informarle a ella, llamó al esposo de Nivar para que le fuera a buscar las bases con los requisitos para participar en el concurso, de modo que no hubiera excusa, porque Nivar le dijo que había ido a retirarlas, pero se habían acabado.
Pasó la prueba e ingresó a la ENJ, que conllevó que dejara la docencia que impartía a nivel universitario, porque las clases eran a tiempo completo, durante un período de siete meses.
El período de pasantía lo pasó en La Romana, adonde se fue a vivir en un hotel, cuando ya tenía sus dos hijos, quienes le visitaban junto a su esposo todos los fi - nes de semana. También fue asignada en Villa Altagracia y en el Distrito Nacional. Se graduó en la escuela en el 2004.
Crece en una familia humilde
Nació en Hatillo, San Cristóbal, pero siendo pequeña se mudó junto a sus padres al sector Madre Vieja Norte y luego a Madre Vieja Sur.
Allí vivió hasta que se casó en el 1998, cuando se trasladó a la ciudad de San Cristóbal.
Hija de un comerciante y una modista, quedó huérfana de madre faltando dos meses para cumplir sus 15 años.
Quedó en la casa junto con otros hermanos que no se habían casado, teniendo que dedicarse a labores domésticas por ser la hembra.
El primer año después de la muerte de su madre, su madrina se encargó de la educación y luego la hermana mayor. Sus niveles primario y secundario los cursó en el sector público.
En esa época su papá tuvo problemas con los negocios y se dedica a trabajar como sereno, por lo que su hermana mayor, que ya era ingeniera agrónomo, y más tarde emigró a Estados Unidos, continuó a cargo de ella, cubriendo los materiales educativos y pagando los cursos de inglés y mecanografía que estaba realizando.
Se matriculó en la universidad O&M, en Informática, pero se retiró porque no podía pagar los pasajes de San Cristóbal a la capital.
Luego se inscribió en derecho en una extensión de la Universidad Eugenio María de Hostos (Uniremhos), porque no impartía informática.
Para ayudarse con los gastos, trabajó en un salón, haciendo rolos. Más tarde, un compañero de universidad la llevó a trabajar en la Industria del Vidrio.
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FORMACIÓN ACADÉMICA Y EXPERIENCIA LABORAL
Se gradúa en 1995 como abogada, con el mayor índice académico tanto de la extensión como de la sede de la universidad, en Santo Domingo, por lo que a ella correspondió pronunciar el discurso en la graduación conjunta que se hizo en la capital.
A partir de ahí inició un intenso programa de estudios. Realizó un post grado en derecho de familia y una maestría en derecho penal, ambas en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y un diplomado en violencia de género. Actualmente, cursa un doctorado en estado, democracia y derecho, y un post grado en derechos humanos y derecho internacional humanitario.
Laboró como trabajadora social del Tribunal de Niños y Adolescentes, a través del Consejo Nacional para la Niñez (CONANI), que solo le daba un incentivo.
Al producirse una vacante en la Primera Cámara Penal de San Cristóbal, en el 2002, fue recomendada como abogada ayudante.
Y así comienza su carrera en el sistema judicial. Tras concluir el programa de aspirante a juez en la Escuela Nacional de la Judicatura en el 2005, fue designada jueza en el Tribunal Especial de Tránsito de San Cristóbal.
Prefirió tomar el turno de la tarde, para poder darle más calor a su familia, ya que cuando estudiaba en la escuela solo compartía con sus dos hijos los fines de semana, porque la formación era todo el día y en las noches tenía que dedicarse a preparar sus tareas.
Fue nombrada jueza liquidadora de la instrucción, sistema que se creó con la aprobación del Código Procesal Penal, para conocer las instancias sometidas con anterioridad a esa legislación.
Pasó de ahí a la Oficina Judicial de Servicio de Atención Permanente, que estaba recién creada, como jueza de paz, en la que permanece hasta el 2006, hasta que fue nombrada jueza del Segundo Juzgado de la Instrucción del Distrito Nacional, posición que desempeña en la actualidad.
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