La tecnología ha conseguido transformar hasta
las mejores ideas.
Para la década de 1910, la compañía Gallaher, una empresa de origen británico, tomó la iniciativa de proveer a sus consumidores con unos pequeños “trucos” que podrían librarlos de apuros en una situación de emergencia.
Los consejos, que comenzaron a imprimirse en las envolturas de sus cigarros hace más de un siglo, ilustraban maneras para sobreponer cualquier tipo de eventualidad sin la necesidad de artefactos tecnológicos.
Aunque no se cuestiona su funcionamiento, estos trucos han sido superados por los avances tecnológicos que se han desarrollado desde que Gallaher compartió sus consejos hace cien años.
Una de las fichas ilustradas por la empresa, mostraba la manera de fabricar un extintor casero. El proceso constaba en disolver sal de mesa y sal amoniacal en dos litros de agua, solución que se conservaría en botellas de cristal. Romper la botella de vidrio sobre el fuego evitaría la propagación del mismo. Cien años más tarde ¿es más práctico comprar un extintor real o prepara uno casero? Creo que todos conocemos la respuesta.
Aunque no causaría la muerte, tener una astilla enterrada en la piel es algo molestoso y doloroso, por lo que otro de los viejos trucos nos mostró el presionar con fuerza una botella (de boca ancha) con agua caliente contra el área afectada succionaría la piel y el vapor sacaría eventualmente la astilla, cosa que se facilita gracias a la invención de pinzas, quienes pueden cumplir la misma función.
Una manera de preservar por más tiempo los huevos, según los consejos de Gallaher, era enterrarlos en una caja o lata llena de sal y mantenerlos en un lugar fresco y seco. La maravillosa invención del refrigerador facilitó ese proceso.
Para aquellos que les gusta la jardinería, la empresa tabaquera ofreció un truco para viajar sin preocuparse por regar las plantas. Llenar un cubo con agua y colocar trenzas de hierbas de lana que lleguen desde el cubo hasta las plantas era suficiente para que estas se hidrataran. El desarrollo de los regadores automáticos (sprinklers) destituyó el uso de este truco.
El intentar mantener un fósforo encendido mientras hay viento no es tarea fácil. Separar pequeños residuos del palito del fósforo, justo debajo del incinerador fortalece la llama, provocando que no se apaguen. Por suerte con el tiempo se desarrollaron los encendedores de gas.
Gallaher también nos dio un consejo eficaz para destilar el agua que consistía en un aparato creado de zinc, tubos y arena y piedras. Luego de un largo proceso que detallaba que debíamos llenar de arena y piedras, en donde se depositaría el agua, que pasaría por un tubo fino para ser destilada. Todo este largo proceso lo podemos evitar gracias al desarrollo de los filtros y purificadores
Para la década de 1910, la compañía Gallaher, una empresa de origen británico, tomó la iniciativa de proveer a sus consumidores con unos pequeños “trucos” que podrían librarlos de apuros en una situación de emergencia.
Los consejos, que comenzaron a imprimirse en las envolturas de sus cigarros hace más de un siglo, ilustraban maneras para sobreponer cualquier tipo de eventualidad sin la necesidad de artefactos tecnológicos.
Aunque no se cuestiona su funcionamiento, estos trucos han sido superados por los avances tecnológicos que se han desarrollado desde que Gallaher compartió sus consejos hace cien años.
Una de las fichas ilustradas por la empresa, mostraba la manera de fabricar un extintor casero. El proceso constaba en disolver sal de mesa y sal amoniacal en dos litros de agua, solución que se conservaría en botellas de cristal. Romper la botella de vidrio sobre el fuego evitaría la propagación del mismo. Cien años más tarde ¿es más práctico comprar un extintor real o prepara uno casero? Creo que todos conocemos la respuesta.
Aunque no causaría la muerte, tener una astilla enterrada en la piel es algo molestoso y doloroso, por lo que otro de los viejos trucos nos mostró el presionar con fuerza una botella (de boca ancha) con agua caliente contra el área afectada succionaría la piel y el vapor sacaría eventualmente la astilla, cosa que se facilita gracias a la invención de pinzas, quienes pueden cumplir la misma función.
Una manera de preservar por más tiempo los huevos, según los consejos de Gallaher, era enterrarlos en una caja o lata llena de sal y mantenerlos en un lugar fresco y seco. La maravillosa invención del refrigerador facilitó ese proceso.
Para aquellos que les gusta la jardinería, la empresa tabaquera ofreció un truco para viajar sin preocuparse por regar las plantas. Llenar un cubo con agua y colocar trenzas de hierbas de lana que lleguen desde el cubo hasta las plantas era suficiente para que estas se hidrataran. El desarrollo de los regadores automáticos (sprinklers) destituyó el uso de este truco.
El intentar mantener un fósforo encendido mientras hay viento no es tarea fácil. Separar pequeños residuos del palito del fósforo, justo debajo del incinerador fortalece la llama, provocando que no se apaguen. Por suerte con el tiempo se desarrollaron los encendedores de gas.
Gallaher también nos dio un consejo eficaz para destilar el agua que consistía en un aparato creado de zinc, tubos y arena y piedras. Luego de un largo proceso que detallaba que debíamos llenar de arena y piedras, en donde se depositaría el agua, que pasaría por un tubo fino para ser destilada. Todo este largo proceso lo podemos evitar gracias al desarrollo de los filtros y purificadores
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