sábado, 27 de marzo de 2010

Adiós al maestro Carlos Piantini

DUELO. EL ARTE MUSICAL NACIONAL ENLUTADO POR EL DECESO DE CARLOS PIANTINI
Batuta. Carlos Piantini en una postura por la que será recordado: dirigiendo.

Santo Domingo.- Siempre que muere un gran artista el país se enluta. El maestro Carlos Piantini dejó este mundo, a los 83 años, la madrugada del viernes en Estados Unidos, luego de estar padeciendo problemas de salud desde hacía algún tiempo. Dueño de una capacidad artística alabada por los que tuvieron el gusto de conocerlo y trabajar con él, Piantini había iniciado su andar en la música clásica tocando violín siendo aún un niño.

“Realizó la curva completa”, expresó José Antonio Molina al comparar los orígenes del músico en el barrio San Carlos y que llegó a tocar en la Filarmónica de Nueva York, a las órdenes de Leonard Bernstein.

Molina, actual director titular de la Orquesta Sinfónica, ocupa hoy el puesto que hasta 2002 fue de Piantini. “Estar en la silla que ocupó Carlos Piantini no es solo una honra, sino un reto”.

Instituciones y personalidades ligadas al arte musical del país manifestaron su pesar ante la pérdida del músico cuya carrera y aportes le valieron la designación de su nombre de la sala principal del Teatro Nacional Eduardo Brito, el pasado mes de septiembre.

El Ministerio de Cultura preparará un acto de recordación al maestro, en vista de que sus restos fueron cremados en Estados Unidos.

HISTORIA MUSICAL
Carlos Piantini inició a los 10 años su carrera musical, cuando hizo su debut como violinista.

Durante 15 años fue violinista de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, dirigida por Leonard Bernstein.

Estudió dirección en Viena, Austria. Piantini fue director de la Orquesta Sinfónica Nacional; el primer director artístico del Teatro Nacional y profesor de estudios orquestales en la Universidad Internacional de Florida.

El músico dominicano dirigió también las Orquestas Sinfónicas de: Maracaibo, Venezuela, Nueva York, Viena, Washington, Jerusalén y la Orquesta Internacional de Italia.

El legado de un gran artista
La desaparición física del maestro Carlos Piantini mueve, como siempre sucede cuando algún conocido deja de existir fisicamente, a querer encontrarlo en las cosas en las que el fallecido ha dejado su huella.

Hijo de lecheros de San Carlos, este artista llegó a las más altas cumbres del arte al convertirse desde temprana edad en músico clásico.

En su andar por el arte musical fue violinista de la Orquesta Sinfónica Nacional siendo un adolescente; formó parte de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, dirigida por el legendario Leonard Bernstein; ganador de El Soberano, máxima distinción de los premios Casandra; la sala principal del Teatro Nacional Eduardo Brito lleva su nombre, y el pasado 10 de febrero fue nombrado Director Laureado de la OSN por el Ministerio de Cultura.

Existen dos instituciones en las que la impronta de este músico, definido por algunos como excepcional, son el Teatro Nacional Eduardo Brito y la Orquesta Sinfónica Nacional. En momentos distintos de su dilatada carrera artística le tocó al maestro Carlos Piantini estar al frente de ambas.

“Deja una estela permanente, endeleble, en el arte del país”, externó Catana Pérez, directora del Teatro Nacional. El cargo que ocupa Pérez en la actualidad fue inaugurado por Piantini luego de la apertura del teatro, en 1973.

Pérez recordó que el músico ideaba espectáculos para atraer al público. “Todo lo hacía en grande”, y enfatizó que era dinámico, franco, llano, sin pelos en la lengua. El deceso de Piantini, nacido el nueve de mayo de 1927, se produjo en Miami, Estados Unidos, donde residía desde hacía unos años.

A pesar de que expresó sentir una profunda pena, el maestro José Antonio Molina dijo que tenía un sentimiento agridulce, porque a pesar de que murió, el país tuvo la oportunidad de disfrutar un artista de su calibre. “Hay que verlo como un premio”, manifestó el director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional.

Molina, quien al frente de la institución que dirigió Piantini acaba de concluir exitosamente la primera etapa de la temporada sinfónica 2010, sostuvo que con Piantini se elevó el nivel artístico de la OSN. “Marcó un antes y un después”, dijo.

Pero el que fuera miembro de la orquesta a los catorce años de edad, también realizó aportes a la institución musical en el aspecto administrativo. “Se encargó de hacer grandes reivindicaciones en el esquema laboral de los músicos”, aseguró Molina.

Definido por el autor de “Fantasía merengue”, añadió que Piantini tuvo una visión clara y que manejó la orquesta como una gran empresa, haciéndole ganar respeto y distinción.

Ministerio de Cultura
José Rafael Lantigua, ministro de Cultura, envió una misiva a los medios de comunicación en la que expresó el dolor de la institución que dirige por la muerte del destacado músico.

Lantigua calificó de irreparable pérdida, el deceso de Carlos Piantini. “Insigne figura de la cultura dominicana, considerada la máxima personalidad musical dominicana del siglo XX por su trayectoria nacional e internacional como talentoso violinista, magistral director orquestal”, expuso Lantigua en el comunicado.

Durante la inauguración de la temporada sinfónica 2010, el Ministerio de Cultura reconoció a Piantini nombrándolo Director Laureado de la Orquesta Sinfónica Nacional.

UN DIRECTOR NATURAL
El inicio del amor de Carlos Piantini por la dirección la explicó él mismo en una entrevista realizada por Antonio Gómez Sotolongo y de la que reproducimos un fragmento.

“Por aquellos años se creó en los Estados Unidos la Liga de Orquestas Sinfónicas y todos los años se preparaban unos cursos de verano en los que se daban Master Class para directores. Aunque yo no era un director formado conseguí mediante algunas conexiones en la Filarmónica de Nueva York que me aceptaran en esos Master Class. Ahí vino Hans Swarovsky y en una de las clases me dijo: “Yo no sé qué hace usted tocando el violín, porque usted es un director natural”. Con eso me envenenó. Eso fue en el 1969. Me envenenó la mente. Hice mi debut con la Filarmónica de Nueva York dirigiendo el Réquiem, de Verdi”.

Pachico Tejada

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