LONDRES.- Las cenizas de Millvina Dean, última superviviente del hundimiento del Titanic, fueron hoy arrojadas al mar en el puerto de Southampton (sur de Inglaterra), de donde zarpó el legendario transatlántico hacia su trágico destino.
La señora Dean, que falleció el pasado 31 de mayo en una residencia de Hamspshire (sur inglés), era un bebé de nueve semanas cuando el buque se hundió en su primer viaje tras colisionar con un iceberg en medio del Atlántico el 15 de abril de 1912.
El compañero sentimental de Millvina Dean, Bruno Nordmanis, fue el encargado de lanzar, desde un bote, las cenizas al agua del embarcadero 43/44 del puerto de Southampton, el punto del que salió el Titanic hace 97 años. Nordmanis, de 87 años, estuvo acompañado de un reducido grupo de amigos y familiares, así como del capellán del puerto, el reverendo Andrew Huckett.
"No ha sido un día triste, sino un día lleno de gratos recuerdos", dijo David Hill, de la Sociedad Británica del Titanic, quien definió como "encantadora" a la señora Dean.
"La tuvimos durante 97 años y fuimos muy afortunados por eso. Si hubiéramos podido, la hubiéramos tenido otros 97 años", añadió Hill.
Tras la sencilla y emotiva ceremonia, unas 150 personas, incluidos los congregados en el puerto, asistieron a una misa en la Iglesia de Santa María de Copythorne, en Hampshire, donde la señora Dean fue bautizada.
La difunta figuró entre los 706 supervivientes de una catástrofe marítima que se cobró la vida de 1.517 personas y convirtió en leyenda al Titanic, barco en el que la familia Dean viajaba para empezar una nueva vida y abrir una tienda de tabaco en EEUU.
Georgetta, la madre de Dean, y Bert, su hermano de 2 años, también sobrevivieron, pero su padre, Bertram, estuvo entre los fallecidos, la mayoría víctimas de la falta de botes salvavidas en el barco, bautizado paradójicamente como "El Insumergible".
Después de la tragedia, la familia Dean volvió a Southampton, donde Millvina pasó prácticamente el resto de su vida.
Pese a no recordar el suceso, la mujer siempre dijo que el naufragio del Titanic condicionó su vida: "Si no fuera porque el barco se hundió -comentó una vez-, ahora sería una estadounidense".
Nunca vio la famosa película de James Cameron sobre el siniestro, protagonizada por Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, ni los numerosos reportajes que se hicieron sobre el barco por considerarlos "morbosos", pero tampoco se cansó de relatar su historia.
"Me gusta contarlo -solía decir-, porque todo el mundo se alborota en torno a mí. Y he podido viajar a muchos sitios gracias a ello y conocer a mucha gente". En los últimos años, la venerable anciana también fue noticia porque periódicamente sacaba a subasta objetos relacionados con el Titanic, a fin de poder pagar las facturas de la residencia de ancianos en la que vivió hasta la muerte.
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