Es indignante la profunda e injusta desigualdad que se vive en nuestro país, lo cual hace que se viva una situación de hambre, miseria, desigualdad y desesperanza.
Todo es provocado por un sistema político, económico y social sustentado por gobiernos y gente en el poder que solo le interesa vivir de la explotación del pueblo.
Armado, justificado y llevado adelante por un supuesto orden al servicio del pueblo, que lo que hace es hundir mas y más al pueblo, apoyado por fuerzas militares, grupos de poder y grupos religiosos que han hecho de la religión un modo de vida. De ahí que cualquier protesta o exigencia de derechos es reprimida o tildada de política.
La olla popular es cada día más y más una realidad, donde la frustración de las expectativas de progreso se agranda. La explotación de los recursos naturales va dejando solamente pobreza, hambre y miseria para el pueblo y grandes riquezas para los dueños del capital.
Lo peor del caso es que no hay soluciones reales, sino parches, que permiten prolongar por un tiempo más el inhumano sistema de explotación. Sistema que pone al capital como fin en sì mismo. Un capital que cada día se concentra en menos manos.
Como Iglesia, como creyentes en el Dios de la liberación, no podemos identificarnos con los dueños del capital ni con aquellos(as) que viven de la explotación del pueblo. Estamos del y al lado de la justicia.
Hay que reconocer y tratar de hacerles ver que en numerosos casos las clases dominantes y grupos de poder que poseen las riquezas, la cultura, el poder y todo dominio, ejercen tal presión sobre los gobiernos que impiden cualquier cambio en beneficio del pueblo y de la gente.
Es por eso que nuestro país, el continente y el mundo entero se encuentran en una situación de violencia institucionalizada y generalizada que exige grandes, urgentes y renovadas transformaciones.
Ahora bien lo sorprendente es la paciencia, la pasividad y el adormecimiento de un pueblo que soporta durante años y años una condición que no aceptarían nunca quienes tienen una conciencia desarrollada de sus deberes y derechos.
Ante esta situación, como cristianos(as) nuestro actuar es en la dirección de hacerles frente con audacia y valentía a toda injusticia, a todo egoísmo y a todo sistema de explotación que impida la realización del ser humano.
El Evangelio es contrario a todo tipo de explotación, al contrario recordemos a Lucas 21,28 que dice:"PONGANSE DE PIE Y LEVANTEN LA CABEZA, PORQUE ESTA POR LLEGARLE LA LIBERACION".
El Dia
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